Las bacterias comensales que colonizan la mucosa gastrointestinal afectan profundamente las funciones fisiológicas del huésped, incluyendo el metabolismo, la proliferación celular, la inflamación y la inmunidad. Estos efectos son impulsados por la capacidad de las bacterias residentes para producir pequeñas moléculas y metabolitos, así como para coordinar el intercambio con las células inmunes del huésped tanto en la barrera intestinal como sistémicamente. Muchas de las terapias actuales contra el cáncer dependen de la estimulación de las respuestas inmunitarias antitumorales, pero se desconoce en gran medida si la microbiota intestinal podría influir en las respuestas del huésped a las terapias contra el cáncer a través del sistema inmunitario.

Las diferencias en la composición de la microbiota intestinal estaban asociadas con las respuestas clínicas a los ICI. Es importante señalar que la reconstitución de ratones libres de gérmenes con transplantes fecales de pacientes que no responden a la enfermedad mitiga los efectos antitumorales del bloqueo de la PD-1 al restringir la inmunidad local y sistémica, lo que sugiere que la composición del microbioma intestinal podría ser uno de los factores que explican la resistencia primaria a los ICI. Inesperadamente, en todos esos estudios se encontró poca superposición en los taxones o especies bacterianas específicas que se correlacionan con una respuesta satisfactoria, lo que llevó a los investigadores a especular sobre las variables que podrían explicar esas diferencias, como las técnicas utilizadas para analizar las muestras de los pacientes, la diversidad geográfica y los factores de dieta y estilo de vida.

La confirmación de que las comunidades microbianas intestinales son una fuerza influyente que media en las respuestas a diversas modalidades terapéuticas ha planteado la intrigante posibilidad de que las terapias basadas en los microbios puedan llegar a aplicarse en contextos clínicos. Por ejemplo, la manipulación de la microbiota intestinal humana podría adoptar la forma de intervenciones dietéticas y suplementos prebióticos, trasplantes de microbiota fecal y administración de consorcios bacterianos o probióticos. Sin embargo, antes de que estas posibilidades se materialicen en el tratamiento de los pacientes, es necesario seguir trabajando para identificar y validar biomarcadores microbianos predictivos fiables y definir fundamentalmente lo que constituye realmente un microbioma favorable que pueda impulsar respuestas eficaces en la terapia del cáncer.

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